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Por qué los cristianos ortodoxos no celebramos Halloween

  • Iglesia Ortodoxa Serbia en Sur y Centro América
  • hace 5 días
  • 6 Min. de lectura
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El Santo Obispo Nikolaj Velimirovich explica el origen y significado de esta celebración pagana, así como también explica por qué el cristiano ortodoxo no puede participar en ella:


“Esta costumbre tiene su origen entre los pueblos celtas paganos de Irlanda, Gran Bretaña y el norte de Francia. Creían que la vida nacía de la muerte, por lo que tomaban el final del otoño como el comienzo de su año nuevo, cuando la naturaleza agonizaba y, según sus creencias, comenzaba la época de oscuridad, decadencia y muerte. Ese día, apagaban el fuego en sus hogares y la oscuridad reinaba por doquier.

Según la tradición celta pagana, las almas de los muertos quedaban completamente bajo el poder del dios Samhain, el príncipe de la muerte, a quien había que aplacar con sacrificios el día de Año Nuevo. Samhain permitía que las almas de los difuntos visitaran los hogares de sus familias ese día. De ahí la costumbre de disfrazarse de esqueletos, fantasmas, brujas y demonios. De esta manera, los vivos entraban en una comunión mística con los muertos, imitando sus rasgos y vagando en la oscuridad. Según la creencia, las almas de los muertos que venían de "visita" estaban exhaustas por el hambre y suplicaban comida, por lo que había que alimentarlas; de ahí la costumbre de "truco o trato". Si alguien de los vivos no les daba de comer a las almas de los muertos, sería castigado por el dios Samhain. Cuando estos pueblos adoptaron el cristianismo y verdaderamente fueron Ortodoxos, la Iglesia de entonces estableció la festividad de "Todos los Santos" el 1 de noviembre (en Oriente, esta festividad se celebra en una fecha diferente) precisamente para erradicar esta costumbre oculta, y se celebraba una vigilia nocturna la víspera de Todos los Santos. Sin embargo, quienes permanecieron en el paganismo y el ocultismo reaccionaron intensificando sus peligrosos rituales, de modo que la noche anterior a la festividad cristiana se convirtió en una noche de brujería, hechicería, invocación de espíritus malignos y demonios, y otras prácticas ocultas. Incluso se producían robos y profanaciones de objetos sagrados. Así pues, el intento de la Iglesia occidental de oponerse a esta costumbre pagana fracasó.

Aquí se ha ofrecido una breve explicación del origen y el significado de la festividad de Halloween.

Es evidente que nosotros, los cristianos ortodoxos, no podemos ni debemos participar en una celebración idolátrica de este tipo, bajo ninguna circunstancia (aunque se trate simplemente de una fiesta infantil), pues representa directamente una renuncia a nuestro Señor y a nuestra santa Fe Ortodoxa. Si accedemos a «disfrazar» a nuestros hijos y dejar que anden en la oscuridad pidiendo dulces, estaremos aceptando voluntariamente la comunión con los muertos, cuyo dios no es la deidad celta Samhain, sino el mismo Satanás, el príncipe del mal. Los dulces que reciban no serán un regalo inofensivo para los niños, sino una ofrenda al mismísimo diablo. Recordemos que nuestros antepasados, los cristianos de los primeros siglos, antes que ofrecer sacrificios a ídolos y negar de esta manera a Cristo nuestro Dios prefirieron la muerte física en los peores tormentos. Ya que Dios mismo había ordenado: «No tendrás otros dioses delante de mí».

En el mundo actual, espiritualmente debilitado, reina una profunda tristeza y apatía, y es fácil convencer a casi cualquiera de que el origen de tales festividades es insignificante y que Halloween es una diversión común e inofensiva. Tras esta afirmación se esconde el ateísmo, el alejamiento de la fe y de las propias raíces, la negación de la existencia tanto de Dios como del diablo. Nuestra Santa Iglesia nos enseña que solo Dios es el juez de todos nuestros actos, y que con ellos servimos al Señor o a Satanás, y que nadie puede servir a dos señores.

Por lo tanto, en lugar de «apagar el fuego del hogar», encendamos ese día una lámpara ante el icono de nuestra Slava (santo patrono), oremos al Señor para que nos dé el valor de ser y permanecer diferentes, para que nos conceda la fuerza de perseverar en su camino y para que nos libre del Maligno” (San Nikolaj Velimirovich).


Para agregar a las sabias palabras del Santo Obispo Nikolaj podemos citar que los Santos Padres en distintos Concilios, condenaron cualquier participación de un cristiano en hechicerías, brujerías y otras prácticas paganas. El Cánon 61 del Concilio de Trullo (también conocido como Concilio Quinisexto, celebrado en el año 692) prohíbe estrictamente la participación en la adivinación, la hechicería y otras prácticas paganas.


Cánon 61:

“Quienes se entreguen a hechiceros, o a los llamados cien jefes, o a otros semejantes, para averiguar de ellos lo que desean revelar, de acuerdo con las anteriores normas patrísticas relacionadas a estos actos deberán someterse a la regla de seis años de penitencia. La misma penitencia deberá aplicarse a aquellos que llevan a osas u otros animales al ridículo y daño de los más sencillos, y, combinando engaño y locura, profieren predicciones sobre la fortuna, el destino, la genealogía y otras cosas similares; asimismo, los llamados adivinos, encantadores, fabricantes de talismanes protectores y hechiceros. Aquellos que persisten en esto, y no se apartan ni huyen de tales ficciones perniciosas y paganas, determinamos que sean expulsados completamente de la Iglesia, como mandan los sagrados cánones. Porque ¿qué comunión puede haber entre la luz y las tinieblas, como dice el Apóstol? ¿O qué unión hay entre la Iglesia de Dios y los ídolos? ¿O qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿Y qué concordia puede haber entre Cristo y Belial?” (2 Corintios 6:14-16)


También el Concilio de Ancira (314) condenó estas prácticas en su Cánon 24:


“Quienes practiquen la magia y sigan costumbres paganas, o introduzcan algunas en sus hogares, con el fin de buscar la magia o para purificarse, estarán sujetos a la regla de cinco años de arrepentimiento, según los grados establecidos: tres años de prosternaciones, y dos años de oraciones sin participar de los Santos Misterios”.


San Sava, Primer Arzobispo de Serbia (siglo XIII) escribió en su famoso Nomocanon (conjunto de cánones):

"Brujas, hechiceros y quienes recurren a ellos son siervos del diablo y enemigos de Dios."


Es decir que la Tradición de la Iglesia Ortodoxa afirma claramente que no está permitida ninguna práctica pagana relacionada con la brujería, hechicería, vampiros, adivinación creer en el poder de las brujas, ni en fenómenos como los vampiros, y que todo ello es contrario a la verdad cristiana. Cristo resucitó de los muertos venciendo a la muerte, derrotó al diablo y su poder para que dejemos la oscuridad y vayamos a la Luz de Su Reino. No podemos regresar a la oscuridad, sino que por el contrario, como rezamos en los Matutinos dominicales: “Habiendo visto la Luz de la Resurrección de Cristo, postrémonos ante el Santo Señor Jesús”.

Como cristianos, nunca deberíamos celebrar Halloween, porque cualquier contacto con las fuerzas oscuras deja huella en la persona, incluso de forma lúdica. Por lo tanto, sin duda debemos protegernos de los espíritus malignos. El ser humano es imagen de Dios y está llamado a reflejar algo divino, puro y bueno en sí mismo, en su vida, en su trabajo y en su tiempo libre. Cuando el alma es pura, hay mayor alegría interior, por lo que ya no hay necesidad del tema del mal, ni siquiera en un contexto alegre. Si alguien participó en este acto, se disfrazó o usó máscaras de monstruos, debe confesarlo y arrepentirse para que su alma quede purificada de todo recuerdo o impresión, y jamás volver a hacerlo.

¿De qué manera contrarrestamos los cristianos esta celebración? Los cristianos tenemos nuestras celebraciones como las Grandes Fiestas de la Iglesia, especialmente Pascua, la Fiesta de las Fiestas, y Navidad. En ellas cantamos nuestros cantos alegres, los niños se visten con trajes que recuerdan los personajes de estos acontecimientos más importantes en la historia de la humanidad. Las palabras de las canciones y villancicos iluminan, curan toda tristeza y renuevan la esperanza y la alegría de la vida. Los íconos embellecen estas celebraciones ya que son representaciones de lo Celestial, pero aquí en la Tierra. Por eso, debemos enseñar a nuestros niños nuestras tradiciones cristianas, nuestros cánticos y villancicos, educarlos a que cada mañana y cada noche hagan oraciones frente a los íconos que protegen sus habitaciones, enseñarles catecismo con los íconos como se hacía en los primeros siglos del cristianismo. Y también jugar con ellos juegos que sean del interés de ellos pero que sean juegos sanos. Porque a menudo los padres usan el tiempo con sus hijos únicamente para corregirlos o enseñarles. Principalmente traigámoslos a la Divina Liturgia, que comulguen con el Santo Cuerpo y Sangre de Cristo, para que así estén protegidos por Él.

 
 
 
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