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Aprendiendo a amar de Dios en la ortodoxia


La historia de Diego (bautizado Antonio)

En el año 2014 tuve un vuelco radical en mi relación con Dios a partir de un amigo que incesantemente me buscaba para que leyéramos la Biblia. Por ese entonces yo me declaraba católico, claro que ‘’a la chilena’’, que es lo mismo que decir que no tenía absolutamente ningún tipo de vínculo real con el Señor. Antes de mis 23 años (hoy tengo 27) creía en Dios, porque me parecía evidente su existencia desde todo ángulo, no obstante, tenía mis propias ideas acerca de Él, muy erradas, por cierto. Entonces, a partir de este nuevo vínculo que logré ir desarrollando con ese amigo comencé a abrirme más a la realidad de Su Existencia tras nuestras extensas lecturas.

Cierto día mi amigo, al que aun siendo protestante estimo mucho, comenzó a cargar con un matiz distinto nuestros encuentros, atacando a la iglesia católica sin parar. De pronto me vi ante un dilema tremendo respecto a si aceptaría o no su visión de la iglesia católica (romana) y si me inclinaría por su visión protestante. Fue entonces cuando decidí comenzar a estudiar teología católica y exégesis bíblica, puesto que creía que si iba a renunciar a mi fe tenía que ser porque, cociéndola más a fondo, no me convenciera lo suficiente y no porque una persona me llevara con una venda en los ojos hacia una visión de Dios totalmente herética. El resultado de ese estudio logró apegarme más al catolicismo, principalmente por la importancia radical que significó para mí, cuando lo comencé a comprender, la celebración de la Eucaristía como parte central del ser cristiano. Muy pronto ya tenía armas suficientes para contradecir a mi querido amigo y su visión herética de Dios, la iglesia y la vida sacramental y otros tantos temas, sin embargo, y conforme seguía estudiando, iba teniendo más y más dudas respecto al catolicismo. Inter alia, una de las cosas que más rechazo me causaba fue ver las enormes diferencias de visiones que existían dentro de la misma iglesia como, por ejemplo, al ver las tremendas diferencias entre un miembro del Opus Dei y uno Jesuita. Otro hecho que me hacía dudar era que en la Santa Comunión no se recibiera el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino que sólo el Cuerpo y además en pan ácimo. Otro hecho fue constatar el problema del Filioque y lo que suponía para la concepción de la Santísima Trinidad (Aunque esto fue algo posterior que descubrí cuando ya conocía bastante más la Santa Iglesia Ortodoxa) y finalmente no creer por ningún motivo que el Papa, aun hablando Ex Cathedra en su ejercicio especial y explícito de infalibilidad, pudiera no estar equivocado. Esto último fue lo que me convenció totalmente de que algo no estaba bien en dicha fe, pues esa idea me parecía inaceptable a todas luces.

En el año 2016 siendo monitor de la Pastoral UC para preparar a los alumnos que no habían hecho su confirmación (sacramento romano) comencé a conocer a la Iglesia Ortodoxa como ‘’nuestros hermanos de oriente’’. Poco a poco fui conociendo más y más acerca de dicha fe e iba descubriendo que no sólo tenía sucesión apostólica, sino que conservaba la doctrina cristiana de forma recta a partir de los primeros siete concilios ecuménicos. Fue algo impresionante. Lentamente mi corazón se iba inclinando hacia la Ortodoxia por su perfección y misticismo, por su rectitud y profundidad teológica, por su respeto irrestricto a la tradición como fuente de verdad que se une a la Sagrada Escritura en una concordancia total y perfecta. Comprendí que el verdadero cismático siempre fue Roma y que no había más verdad que la verdad contenida en la Ortodoxia.

Finalmente llegó el día en que fui a la Santa Liturgia Ortodoxa en la Iglesia de la Santísima Virgen María y entonces todo lo que había leído y visto en videos se tornó una realidad ante mis ojos. Ahí conocí al Lector Eclesial Eduardo, quien me invitó a que conociera también el rito eslavo en la Iglesia de la Santísima Trinidad. Una vez allí quedé estupefacto ante tanta belleza y solemnidad y comprendí entonces de forma absoluta que ésta sería mi iglesia por siempre jamás.

Hace 4 días mi novia Ashley (hoy bautizada Tatiana) y yo fuimos bautizados ortodoxos por el Sacerdote más recto y lleno de sabiduría que he llegado a conocer, el Padre Dusan Mihajlovic. Gracias a él y a su enorme disposición de enseñar y educarnos como sus hijos es que día a día me esfuerzo en seguir y respetar los preceptos que Dios ha dispuesto para nuestra vida y salvación a través de Jesucristo Nuestro Dios y Salvador. Gracias querido Padre Dusan por tanta entrega y dedicación y principalmente gracias Santísimo Dios Nuestro por traernos a mi mujer y a mí hacia la fe verdadera, la correcta, la perfecta, la que ha sido desde siempre y para siempre.

La historia de Ashley (bautizada Tatiana)

Mi familia pertenece a una secta muy fuerte en el mundo, los “Testigos de Jehová”. Desde pequeña me criaron en esta, pero a contar de los 12 años ya sentía que había muchas cosas extrañas y que no me agradaban de esta ‘’religión’’. Frecuentemente les expresaba estas inquietudes a mis padres, pero ellos siempre me convencían de lo contrario. Finalmente, cuando tuve 17 años decidí que no quería asistir más a sus reuniones, pero, tras la fuerte represión de mi familia y amigos, después de unos meses volví a la secta.

En el año 2014 Dios me dio las fuerzas para poder salir de esta organización; ese fue un momento muy triste en mi vida, ya que al hacerlo todos mis amigos me dieron la espalda y, lo que es peor aún, mi propia familia. Al verme sola y sin mi hogar mi abuela me acogió en su casa. Sintiéndome desamparada perdí totalmente mi fe, pero no podía ni imaginar lo que Dios tenía planeado para mí. Un año después de haber pasado por este momento tan duro, llegó de forma inesperada el hombre gracias al que llegaría a la Ortodoxia, mi futuro esposo. En ese entonces él era católico romano.

Una de las cosas que más me atrajo de él y que amo hasta el día de hoy es su amor y devoción a Dios. A mediados del 2015 me bauticé en la iglesia romana, esperando conseguir esa relación que siempre anhelé tener con Cristo, pero con el paso del tiempo al no encontrar una comunidad, ya que por mi experiencia en Santiago, esta iglesia es más bien fría; Por esto, me alejé casi totalmente y con ello fui perdiendo nuevamente el vínculo con Dios. Entonces, en el año 2016 mi novio comenzó a hablarme de una iglesia totalmente desconocida para mí, cuyos orígenes se remontaban a los primeros apóstoles. Recién a mediados del 2017 tomé la decisión de acompañarlo a esta comunidad de la que tanto hablaba. Un miércoles asistimos a una liturgia en la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa de la Santísima Virgen María; al entrar quedé maravillada con los íconos, con el coro y el rito tan solemne y místico. Al final de la liturgia conocí al Lector Eduardo del que tanto me había hablado Diego ya que había asistido antes sin mí y me invitó a conocer el rito ruso en la Parroquia de la Santísima Trinidad.

Ese sábado que fuimos estaba con muchas inquietudes ya que sabía que todo sería en eslavónico y pensé en lo incómoda que me sentiría al entrar al templo, tan diferente a todo lo que conocía, sin embargo, al escuchar al coro y ver a Padre Dusan dirigir el oficio en un idioma tan distinto al mío, y darme cuenta de que aun así me sentía acogida y maravillada por el rito tan puro y hermoso, sentí como todo esto llenaba por completo ese vacío que sentí durante tantos años.

Al terminar la Liturgia pasamos a compartir un té con los miembros de la iglesia, y en ese momento conocí a nuestro hermano Serafín, a quien le debo mucho, ya que me ayudó a volver a la comunidad cuando con Diego (hoy bautizado Antonio) estuvimos algo distanciados debido a diversos lamentables eventos que sucedieron en seno de esta.

Algo que personalmente se clavó en mi corazón y me hizo volver a la iglesia fue Padre Dusan. Siempre pensaba en él y recordaba la sonrisa radiante con la que siempre nos ha recibido, cuando nos enseña cosas valiosísimas que hasta ahora intento aplicar en mi vida. Esa admiración que le tuve desde un principio y su sabiduría que siempre lo ha caracterizado, fue lo que me hizo volver y estar aquí y para siempre en la Ortodoxia; su amor de Padre que siempre irradia cuando comparte con todos nosotros.

Sin lugar a duda en la Ortodoxia he aprendido a amar a Dios sobre todas las cosas y he encontrado mi hogar, a mis hermanos y a mi Padre.

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