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LA DORMICIÓN DE LA MADRE DE DIOS

El 28 de Agosto la Santa Iglesia Ortodoxa celebra una de sus 12 Grandes Fiestas: La Dormición de la Virgen.

Aconteció una vez que la Santísima Virgen María se encontraba orando en el Monte de Eleón (cerca de Jerusalén) cuando se le apareció el Arcángel Gabriel con una rama de palma del Paraíso en sus manos y le comunicó que en tres días su vida terrenal iba a llegar a su fin y que el Señor se La llevará consigo. El Señor dispuso que, para ese entonces, los Apóstoles de distintos países se reunieran en Jerusalén. En el momento del deceso, una luz extraordinaria iluminó la habitación en la cual yacía la Virgen María. Apareció el propio Jesucristo, rodeado de Ángeles y tomó Su purísima alma. Los Apóstoles enterraron el purísimo cuerpo de la Madre de Dios, de acuerdo a Su voluntad, al pie de la montaña de Eleón, en el jardín de Getsemaní, en la gruta donde se encontraban los cuerpos de Sus padres y el de San José. Durante el entierro ocurrieron muchos milagros. Con sólo tocar el lecho de la Madre de Dios, los ciegos recobraban la vista, los demonios eran alejados y cualquier enfermedad se curaba.

Tres días después del entierro de la Madre de Dios, llegó a Jerusalén el Apóstol Tomás que no pudo arribar a tiempo. Se entristeció mucho por no haber podido despedirse de la Virgen María y, con toda su alma, expresó su deseo de venerar Su purísimo cuerpo. Cuando se abrió la gruta donde fue sepultada la Virgen María, Su cuerpo no fue encontrado y sólo quedaron las mantas funerarias. Los asombrados Apóstoles retornaron a su vivienda. Al anochecer, mientras rezaban, oyeron un canto angelical y al levantar la vista pudieron ver a la Virgen María suspendida en el aire, rodeada de Ángeles y envuelta en un brillo de gloria celestial. Ella les dijo a los Apóstoles: "¡Alégrense! ¡Estaré con ustedes todos los días!"

Su promesa de ser auxiliadora e intercesora de los cristianos se mantiene hasta el día de hoy y se convirtió en nuestra Madre celestial. Por Su gran amor y Su ayuda todopoderosa, los cristianos desde tiempos remotos la veneran y acuden a Ella para pedir ayuda y la llaman "Fervorosa Intercesora por el género humano," "Consuelo de todos los afligidos" y quien "no nos abandona después de Su dormición." Desde tiempos remotos, y siguiendo el ejemplo del Profeta Isaías y de Santa Elizabet, empezó a ser llamada Madre de Dios (o Deípara o Theotokos) y Madre de nuestro Señor Jesucristo. Este nombre surge como consecuencia de que Ella engendró a Aquél que siempre fue y será el verdadero Dios.

Completando esta breve visión de la vida terrenal de la Virgen María, cabe agregar que Ella, tanto en el momento de Su suprema Gloria, cuando fue elegida para convertirse en la Madre del Salvador del Mundo como también durante las horas de Su inmensa pena, cuando al pie de la cruz y según la profecía de San Simeón "un arma traspasó Su alma," demostró tener un pleno dominio de sí misma. Con esto, descubrió toda la fuerza y la belleza de Sus virtudes: la humildad, la fe inquebrantable, el valor, la paciencia, la esperanza en Dios y el amor hacia Él. Por eso nosotros, los ortodoxos, la veneramos con tanta devoción y tratamos de seguir Su ejemplo.

(Obispo Alejandro Mileant +)

LA DORMICIÓN DE LA MADRE DE DIOS

Nuestra esperanza ante la muerte

Como sabemos de la experiencia de la Iglesia, cuando el ser humano muere, su alma se desprende del cuerpo. El cuerpo queda en la tierra, mientras que su alma a los 40 días de su muerte, se presenta ante Dios su Creador y recibe un “juicio preliminar”, es decir que esperará al Juicio Final (en la segunda venida de Cristo) en un estado de paz o de sufrimientos, de acuerdo a sus obras. En este período, desde el juicio preliminar hasta el Juicio Final, las oraciones de los vivos en la Tierra por esta alma la ayudan mucho. Y finalmente en el Juicio Final, se determina si entra en el Reino de Dios o en el fuego eterno del infierno.

La Santísima Virgen murió como todo ser humano. Sin embargo, su Hijo amado y Dios llevó su alma directamente al Reino de los Cielos, llevando también su preciosísimo cuerpo. De esta manera, la Virgen María por su vida santa y pura, la más elevada de todo ser humano, incluso de los ángeles, adquirió directamente el Reino de Su Hijo. Y su muerte es la pre-figuración de la Resurrección de los hombres. Nos muestra la victoria de la vida sobre la muerte, gracias a que Su Hijo Jesucristo había antes vencido a la muerte con su Resurrección.

«Extraordinario prodigio, La fuente de la vida es depositada en un sepulcro, y la tumba se hace escalera hacia el cielo...» (extraído del Oficio de la Dormición).

En el ícono de la Dormición, Cristo está de pie sosteniendo un niño vestido en blanco, que representa al alma de la Virgen María semejante a un niño. En el ícono también vemos a los apóstoles alrededor de Ella, y el coro de ángeles acompañando. Esta imagen evoca el acompañamiento de la Iglesia en el momento de la muerte. La Iglesia como Cuerpo de Cristo, compuesta por los seres vivios, los santos y los ángeles, acompaña al difunto y reza por él. Por esta razón, en un servicio fúnebre la alegría debe ganar a la tristeza porque tanto la Iglesia terrenal como la Celestial rezan y actúan en ese momento, en la firme esperanza nacida de la Resurrección de Cristo.

«Cuando era ya el próximo tránsito de la morada pura de tu cuerpo, los apóstoles circundando tu lecho, te miraban con temblor, mientras los unos continuaban fijos presos de estupor. Pedro entre lágrimas te exclamaba: oh Virgen, yo veo en ti, la vida, porque en ti ha vivido el gozo de la vida futura. Suplica pues con ardor a tu Hijo y Dios, para que tu ciudad sea custodiada ilesa» (del Oficio de la Dormición).

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