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San Sava fue conmemorado festivamente en Buenos Aires



El pasado domingo 29 de enero se conmemoró a San Sava, Primer Arzobispo de Serbia e Iluminador del pueblo serbio. La Divina Liturgia Pontificia fue servida en la Catedral de la Natividad de la Virgen (no se realizó en la Iglesia “San Sava” debido a las obras de construcción que allí se llevan a cabo), y fue celebrada por Su Eminencia Reverendísima Siluan, Metropolita de Buenos Aires y toda la Argentina de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía, invitado para la celebración, y por Su Eminencia Kirilo, Obispo de Dioclea y Vicario de la Diócesis de Buenos Aires, Sur y Centro América de la Iglesia Ortodoxa del Patriarcado de Serbia. Concelebraron el Protopresbítero Branko Stanisic, el Presbítero Esteban Jovanovich, el Hieromonje Serafim Rakanovic y el Diácono Ignacio Matzschke Brull (de la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Extranjero). Participó también de la celebración la sra. Jela Bacovic, Embajadora de la República de Serbia en Buenos Aires.

Un gran número de fieles asistió a la festiva celebración del Santo que enseñó a los serbios a rezar y a adorar al Único Dios en la Trinidad Venerado.

La celebración comenzó en la tarde del sábado, al oficiarse las Vísperas en honor a San Sava. En ellas se realizó la bendición de panes, oficio llamado “Litija” que se realiza en las vísperas de las grandes celebraciones. En este oficio se reza especialmente por el santo templo, por las autoridades de la Iglesia, todos sus fieles, por la ciudad donde se encuentra el templo y por todo el mundo. Se bendicen 5 panes recordando el milagro del Señor al multiplicar 5 panes bendiciéndolos. Junto con los panes se bendice también trigo, vino y aceite, con el cual luego se unge a los fieles presentes. Y se pide al Señor Todopoderoso, que así como multiplicó los panes, que multiplique estos nuevos panes en la ciudad y en todo el mundo.


Al día siguiente, durante la Divina Liturgia, S. E. R. Metropolita Siluan luego de las lecturas de las Epístolas y los Evangelios, dio un hermoso sermón que transcribimos al final de este texto. En él, Monseñor Siluan hizo una comparación entre Zaqueo el Publicano que encontró la salvación en Cristo cuando entró a su casa, y San Sava quien también encontró la salvación en Cristo cuando dejó todo en su vida para entregarse a Él en la vida monástica. E hizo especial hincapié en las palabras de Cristo en su Evangelio según San Juan: “Yo soy la puerta (Jn 10:9) - por la cual podemos salir y entrar – dice Monseñor Siluan. Pues la función de una puerta es separar dos espacios marcando no sólo la entrada y la salida, sino básicamente el lugar por donde pasar: la puerta abre y cierra un camino, y en este caso, el camino a la vida eterna, el camino de conocer al Padre, de conocer la verdad, de vivir en el Reino celestial”. Y luego agrega Monseñor que San Sava fue también una “puerta” para su pueblo serbio porque imitando a Cristo, él mismo llevó a su pueblo hacia el conocimiento de Cristo y así se transformó en la “puerta” por la cual los serbios entraron en el conocimiento del Salvador.

Luego de la Liturgia se realizó el oficio de la Slava con la bendición del Pan de la Slava (Slavski Kolac) y el trigo (Zhito). Seguido, Monseñor Kirilo le agradeció a Monseñor Siluan su visita y sus oraciones, y le obsequió en recuerdo a la celebración, un ícono de la Madre de Dios de las Tres manos. Monseñor Siluan agradecido, dijo que la historia de este ícono justamente une al pueblo antioqueno con el serbio, porque el ícono original de las Tres Manos perteneció a San Juan Damasceno, gran santo de la Iglesia Antioquena, y éste lo dejó en el Monte Athos para que se cumpliese una profesía, la cual se cumplió varios siglos después cuando San Sava llegó al Monte Athos y le dijeron que según la profecía, el ícono debía estar en sus manos.

Asimismo, Monseñor Kirilo agradeció a la iconógrafa Natalia Gortchakov por el ícono de San Sava que hizo para la Iglesia San Sava. El mismo se mostró al final del oficio.


Luego todos los presentes participaron del almuerzo festivo preparado por la Comisión Directiva de San Sava. El el almuerzo, Vladika Kirilo agradeció especialmente al Presidente de la Comisión, el dr. Elías Jovanovich, y a todos los miembros de la Comisión y a todos los que ayudaron de distintas maneras, para llevar a cabo la celebración. Y agradeció a todos los presentes por haber asistido.

Finalmente los chicos recibieron algunos regalos para su entretenimiento cuando vienen a la Iglesia, para que luego de los oficios puedan jugar y compartir entre ellos.

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Homilía

del Metropolita Siluan de Buenos Aires

en la Divina Liturgia celebrada

en la Catedral de la Natividad de la Virgen

del Patriarcado de Serbia en Buenos Aires

con motivo de la conmemoración de San Sava,

el primer Arzobispo de Serbia

El domingo, 29 de enero de 2017

CRISTO, LA PUERTA Y E L BUEN PASTOR

“Yo soy la puerta… Yo soy el buen pastor”

(Jn 10:9, 11)


Celebrando el domingo de Zaqueo, el último domingo antes del inicio del período del Triodion en preparación a la Gran Cuaresma, conmemoramos también al primer Arzobispo de Serbia, a San Sava, de acuerdo al calendario juliano (14/27 de enero).

Hemos escuchado en la Divina Liturgia cuatro lecturas, dos referidas al domingo de Zaqueo (1 Timoteo 4:9-15 y Lucas 19:1-10), y dos referidas al santo que conmemoramos (Hebreos 7:26-28; 8:1-2 y Juan 10:9-16).

En referencia a estas lecturas, se nos presenta fundamentalmente el Señor y su Evangelio. Por un lado, la carta a los Hebreos nos habla del don perfecto de ofrecerse a sí mismo, del sacrificio sin mancha, de la entrega total que el Señor hace por amor a Dios y a todos los seres humanos. Es la oblación perfecta, “santa, inocente, inmaculada”, ofrecida “una vez para siempre” (Hb 7:26, 27), en oposición a los sacrificios rituales que ofrecían los sumos sacerdotes del Antiguo Testamento por sus propios pecados y las del pueblo.

Por otro lado, la carta a Timoteo nos habla de la razón por la que este sacrificio del Señor tuvo lugar, la de salvar a todos los que creen en Él. Para insistir sobre ello, San Pablo escribe a su discípulo: “Palabra fiel es ésta y digna de ser aceptada por todos” (1 Tim 4:9), y le habla de un Dios misericordioso que viene a salvarnos, algo que es contrario a la imagen de Dios que la gente alimenta, de un Dios omnipotente, omnisciente y que juzga y condena a los pecadores, justamente a todos aquellos que siempre transgreden su palabra, sus mandamientos.

Para ello, el Evangelio de San Juan nos nuestra que la salvación tiene solo un único

salvador que es Jesús. Tal es así que el Señor ilustra esta idea al compararse con una puerta, - “Yo soy la puerta” (Jn 10:9) - por la cual podemos salir y entrar. Pues la función de una puerta es separar dos espacios marcando no sólo la entrada y la salida, sino básicamente el lugar por donde pasar: la puerta abre y cierra un camino, y en este caso, el camino a la vida eterna, el camino de conocer al Padre, de conocer la verdad, de vivir en el Reino celestial. La entrada a nuestro fuero interno y la salida al mundo en la perspectiva de la salvación tienen una sola puerta: Jesucristo. Únicamente por Él recibimos la salvación y también la llevamos a nuestro prójimo. Pero no sólo es la “puerta” por excelencia, sino que es también Aquel que nos guía en el camino. Es el “buen pastor” (Jn 10:11) no sólo porque da su vida por las ovejas, sino también porque los sabe guiar y acompañar para andar en la vida verdadera.

A modo de ilustración de todo lo anterior, tenemos el caso del publicano Zaqueo, imagen del pecado por excelencia en aquella época. El pastor busca a la oveja perdida que estaba arriba del sicómoro, se invita a su casa y comparte la cena con ella. Aquí vemos cómo Zaqueo “entró” y “salió” por la “puerta” y encontró el “buen pasto” de la salvación al recibir al Señor en su casa, y luego al reparar los daños causados por sus injusticias con actos de reparación más generosos de lo que la Ley suponía.

Y este Evangelio cierra el relato del encuentro de Zaqueo con el Señor y de su conversión radical con la afirmación del Señor: “La salvación ha venido a esta casa”. Además, San Lucas nos invita a entender mejor la causa de todo ello: “El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc 19:9, 10).

En la vida de San Sava, el primer Arzobispo de Serbia, encontramos un recorrido similar al que acabamos de ver en las lecturas bíblicas. Sabemos que, siendo muy joven, se encontró en Serbia con un monje anciano de Monte Athos y después de haber escuchado esa palabra del Evangelio: “El que no aborrece a su padre y a su madre no es digno de mí” decide ir con él. Así dejó la corte real, a sus padres y a su familia para ir al encuentro del Buen Pastor, y aprender de Él cómo ofrecerse mediante el monaquismo en oblación, entregándose al servicio de su providencia para su pueblo y su Iglesia.

Esa oblación dio lugar a un servicio y ministerio muy fecundo para con su pueblo. Primero, en el seno de su familia, pues su padre deja la realeza y elige vivir como monje, y volverse un gran santo de la Iglesia Ortodoxa y protector de la Iglesia Serbia. Luego, a pesar de su juventud, acepta ser el primer arzobispo de su Iglesia, y al igual que Timoteo, que cumpliendo con la exhortación que San Pablo le escribe en su carta, organiza su Iglesia y la establece sobre los cimientos de la Tradición para que pueda continuar su crecimiento como Iglesia autocéfala.

San Sava fue para los serbios una ilustración perfecta del Buen Pastor quien trae la

salvación de Cristo a su pueblo, jugando muchos roles para la vida de su época, tanto a nivel eclesiástico como a nivel político, a favor del pueblo serbio. De cierto modo, él fue “la puerta” por la cual sus compatriotas aprendieron a “entrar” y a “salir” para encontrar el “pasto” necesario para su vida cristiana, recibiendo a los “Zaqueos” de su pueblo y convirtiéndolos en otros apóstoles al servicio de la viña del Señor. Todo ello, tuvo una gran incidencia más allá de la Iglesia que él encabezó, pues los frutos de su labor se extienden a las generaciones posteriores hasta la actualidad. Así la Iglesia Ortodoxa se encuentra embellecida por un personaje de una talla universal y trascendental a nivel de su historia y ganó en su santoral a un gran intercesor ante Cristo.

Al conmemorar a San Sava, no podemos más que resaltar la incidencia de las lecturas bíblicas y del ejemplo del santo en nuestra vida. Pues, al estar en el umbral de iniciar el período de preparación de la Gran Cuaresma, tenemos nuestra mirada fija en nuestro Buen Pastor, Jesucristo, a quien buscamos para invitarlo a nuestra casa, para recibir Su palabra en nuestra mesa, en nuestro corazón y seguirla como la oveja sigue la voz de su pastor, y vivir la salvación en la que hemos sido bautizados.

Además de nuestra conversión personal diaria, al entrar y salir por la puerta que es Cristo, Su palabra y su Iglesia, hemos de seguir el ejemplo del buen pastor en la crianza de nuestros hijos, mostrándoles con nuestro ejemplo el camino que nos conduce a Cristo.

Si San Sava es un evangelio vivo para su pueblo, también sus descendientes y herederos han de serlo imitándolo. Los descendientes y herederos de San Sava son aquellos que se vuelven un evangelio vivo para “lo propio” y para “lo ajeno”, es decir para sus propios hermanos y para todo el mundo. Tal testimonio se vuelve una puerta por la cual el prójimo puede encontrarse con Cristo y recibirlo. De tal manera, pueden glorificar en su vida al santo patrono de su Iglesia y alegrarse por cada Zaqueo que busca a Cristo y encuentra su salvación. Amén.

† Metropolita Siluan

Arzobispo de Buenos Aires y toda Argentina

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