SAN EFEN Y SAN ISAAC DE SIRIA
Hoy la Santa Iglesia Ortodoxa conmemora a dos de sus pilares: San Efrén y San Isaac, ambos Sirios, quienes dejaron escritas sus enseñanzas sobre la vida espiritual y la oración. Los escritos de estos grandes santos de Siria, del siglo IV y VI, son considerados de gran autoridad en la vida espiritual del mundo cristiano. Sus enseñanzas ayudan al hombre a conocer los métodos para luchar contra sus pasiones, y alcanzar la paz interior. San Efrén escribió esencialmente acerca del arrepentimiento, y San Isaac, acerca de cómo alcanzar el verdadero Conocimiento por medio del ejercicio de las virtudes. Ambos santos sirios basaron sus escritos en sus propias experiencias de vida espiritual. Más abajo compartimos sus vidas, y un escrito sobre San Isaac y su “Teoría del Conocimiento”.
Hoy Siria está envuelta en grandes sufrimientos, muchos hermanos cristianos están siendo perseguidos, exiliados, secuestrados y asesinados. Entre los secuestrados se encuentra, desde abril del 2013, el Metropolita Pablo de Aleppo, un gran pastor de la Iglesia que escribió muchos sermones con una profundidad espiritual sobresaliente en esta época.
Pedimos a los grandes santos de Siria, San Efrén y San Isaac, que intercedan ante el Todo-Poderoso Señor por el Metropolita Pablo y por todo el sufriente pueblo Sirio.
1. El venerable San Efrén el Sirio
Nació en Siria de padres pobres en el tiempo del emperador Constantino el Grande. Su juventud fue bastante tempestuosa, pero de repente, irrumpió algo en su alma y en él todo empezó arder de amor a nuestro Señor Jesucristo. Fue el discípulo de San Jacobo de Nisibia (13 de enero). Debido a la gracia divina abundante en él, de su lengua fluía la sabiduría como el arroyo de miel, mientras que de sus ojos fluían constantemente las lágrimas. Trabajador como una abeja, San Efrén escribía constantemente libros y enseñaba verbalmente a los monjes en el monasterio y al pueblo en la ciudad de Edesa, o se dedicaba a la oración y la contemplación. Numerosos son sus libros, hermosas son sus oraciones. Su más famosa oración es aquella que rezamos durante la Gran Cuaresma:
“Señor y Soberano de mí vida, no me des espíritu de ociosidad, aflicción, amor al mando y habladuría. Espíritu de castidad, humildad, paciencia y amor concédeme a mí, tu siervo. Sí, Señor y Rey, concédeme ver mis propios pecados, y no juzgar a mi hermano; porque Tú eres bendito por los siglos de los siglos. Amén”.
Cuando quisieron ordenarlo obispo por la fuerza, él se hizo loco y empezó a correr por la ciudad de Edesa tirando atrás sus vestimentas. Al ver esto, la gente lo dejó en paz. Era contemporáneo y amigo de San Basilio el Grande. San Efrén es considerado especialmente como el apóstol del arrepentimiento. Sus escritos hoy en día tienen una gran llegada a muchos corazones endurecidos por el pecado, los cuales terminan arrepintiéndose y volviéndose a Cristo. Murió en paz en avanzada edad, en el año 378.
2. El venerable San Isaac el Sirio.
Nació en Nínive. Pasó su juventud viviendo la vida ascética en el Monasterio de San Mateo cerca de Nínive. Cuando Isaac volvió a ser famoso por la santidad de su vida y por sus numerosos milagros, fue elegido obispo de Nínive y lo apresuraron para recibir esta dignidad. Sin embargo, después de cinco meses de ejercer el ministerio episcopal, se alejó discretamente de sus funciones y se retiró al desierto, al Monasterio Rabban Sabur. Es autor de muchas obras de las cuales nos llegaron cerca de 100 homilías sobre la vida espiritual y la vida ascética, cuya fuente es principalmente su propia experiencia. Era inigualable como psicólogo y guía en la vida espiritual. Aún santos famosos de aquella época, tal como San Simeón del Monte Admirable, le pedía consejos. Entró en reposo en paz en avanzada vejez al final del siglo VII.
ACERCA DE LA “TEORÍA DEL CONOCIMIENTO SEGÚN SAN ISAAC EL SIRIO”
Cómo superar las pasiones del alma, con la práctica de las virtudes evangélicas
(extraído de “La Caída y sus consecuencias en el hombre y la naturaleza” por el P. Esteban Jovanovich basándose en la Disertación de San Justín de Chelije: “Teoría del Conocimiento según San Isaac el Sirio”)
Desde la caída de Adán y Eva en el pecado, y su posterior expulsión del Paraíso, en el hombre entraron el pecado, la corrupción y la muerte. El Espíritu Santo que estaba con él, ahora se alejó de él. El hombre perdió su pureza, su eternidad y se encuentra en un estado enfermo. La curación del hombre y su vuelta al estado primitivo que perdió, se logra según los Padres de la Iglesia, a través de la adquisición del Espíritu Santo. El hombre con su inclinación a pecar, hizo que el Espíritu Santo se alejara de él. Ahora el hombre debe volver a adquirir el Espíritu Santo. Este proceso gradual requiere primero de una completa purificación, ya que todo lo que está repleto debe ser vaciado primero para luego llenarlo. Debe limpiarse primero, para luego ser adornado. El Espíritu de Dios no entra en una casa que está ocupada por un demoníaco esclavo de los pecados, ni tampoco adorna con su presencia o con sus obsequios celestiales a una casa que está sucia. El hombre debe purificarse de sus pasiones a través del arrepentimiento y el perfeccionamiento, y este camino de curación está detallado en forma asombrosa por San Isaac el Sirio. Un gran santo de nuestra época, San Justín de Chelije (1979+), interpretó de manera brillante las enseñanzas y profundidad de San Isaac, en su disertación “Teoría del Conocimiento según San Isaac el Sirio”. En su disertación, San Justín nos explica que el asceta Isaac el Sirio enseña que el carácter del conocimiento del hombre depende de la disposición, naturaleza y condición de sus órganos vitales del alma, los cuales son su inteligencia, su corazón y su voluntad. San Isaac llama a éstos: órganos de entendimiento. Analizando al hombre caído, San Isaac encuentra que sus órganos de entendimiento están enfermos: “El mal es una enfermedad del alma”. El mal tiene sus percepciones que son las pasiones. El mal y las pasiones no son naturales al alma, son accidentes, intrusos. El deseo por una vida fácil y carnalmente confortable; la sed de honor y del ejercicio del poder; la lujuria. Para San Isaac, todas las pasiones tienen un nombre común: el mundo. Las pasiones son los ataques del mundo hacia el hombre a través de las cosas del mundo. La Divina Gracia es el único poder capaz de repulsar dicho ataque.
En su disertación, San Justín continúa desarrollando la teoría sobre este gran santo sirio y dice que San Isaac da un preciso diagnóstico de la enfermedad del alma y con la misma claridad ofrece el remedio. Desde que las pasiones son enfermedades del alma, la misma sólo puede ser curada a través de la purificación de sus pasiones y del mal. Los órganos de entendimiento están enfermos y las virtudes son los remedios que, en forma progresiva, eliminan de ellos la enfermedad y los purifican. Este, según la experiencia del gran asceta, es un proceso lento que demanda mucho esfuerzo y gran paciencia.
San Isaac dice que cada virtud es una cruz, y que justamente ese peso y esas aflicciones son la fuente de las virtudes. A través del peso y las aflicciones del camino de las virtudes, el hombre puede liberarse de las cosas de este mundo y su mente separarse de la confusión mundana. Porque el hombre debe primero liberarse del mundo material para luego nacer de Dios.
Si el hombre decide curar su alma, debe aprender a distinguir el bien del mal, las cosas de Dios de las cosas del Diablo, porque “el discernimiento es la más grande de las virtudes”. La adquisición de las virtudes es un proceso progresivo: una virtud lleva a la otra; una depende de la otra; una nace de la otra. Acorde con San Isaac, “cada virtud es la madre de la siguiente”. Entre las virtudes hay no sólo un orden ontológico sino también uno cronológico. La primera entre ellas es LA FE. El tratamiento y cura del alma comienza con la ascesis de la fe. Una vez que la fe comienza a vivir en el hombre, las pasiones comienzan a desarraigarse de su alma. El alma, a través de la ascesis de la fe, llega a sentir el poder de la fe de Cristo. A través de la fe, la inteligencia es curada y adquiere sabiduría. La fe libera a la mente de pensamientos promiscuos y la modera llevándola a la abstinencia, a la reflexionar en Dios, a la vigilia. Así, la ascesis de la fe despierta en el hombre el deseo de LA ORACIÓN, que es la segunda de las virtudes.
La oración es también un duro esfuerzo. Según San Isaac, el hombre se crucifica a sí mismo en la oración, crucificando las pasiones y los pensamientos pecaminosos que molestan la concentración del alma. La paciente perseverancia en la oración es para el hombre una ardua ascesis. “La oración es la fuente de la salvación – dice San Isaac – y es a través de la oración que todas las demás virtudes son adquiridas”.
Comenzando con la fe, la curación de los órganos de entendimiento se continúa con la oración. Los límites de la personalidad humana se van ensanchando, y el egocentrismo se va reemplazando progresivamente por el Teocentrismo.
“El amor nace de la oración”, nos explica San Isaac, mostrándonos la siguiente de las virtudes. EL AMOR es de Dios, porque “Dios es amor” (I Juan 4:8). El amor a Dios y al hombre es la obra de la oración y la fe.
La fe presenta un nuevo camino de pensamiento. Este es LA HUMILDAD. La humildad es un poder que guarda de pensamientos orgullosos al corazón. Ella no sólo lleva al hombre hacia Dios sino también mueve a Dios hacia el hombre. Ya que, como comenta el gran asceta, “la humildad fue la causa de que el Hijo de Dios se encarnara y descendiera a la Tierra”.
De esta manera, San Justín de Chelije desarrolló de forma espiritualmente bella, la teoría del Conocimiento de San Isaac el Sirio, la cual se basa en purificarnos de las pasiones por medio de la práctica de las virtudes evangélicas. Y que del ejercicio de una virtud, nace el deseo de ejercitar las demás. Las virtudes son los remedios para el alma caída y enferma, pero en el proceso de curación intervienen dos fuerzas o sinergia: la voluntad del hombre y la gracia de Dios.
Éste es el camino que nos muestra nuestro Señor Jesucristo, el camino de Su Iglesia, en donde el hombre deja de ser esclavo del pecado para pasar a volver a ser hijo de Dios.
Extraído de “La Caída y sus consecuencias en el hombre y la naturaleza”
P. Esteban Jovanovich
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1. Преподобни Јефрем Сирин. Рођен у Сирији од сиромашних родитеља у време цара Константина Великог. Своју рану младост провео доста бурно, но наједном наста прелом у души његовој и он почне сав пламтети љубављу према Господу Исусу. Био је ученик светог Јакова Нисибијског (13. јануар). Од велике Божје благодати лила се мудрост с језика његовог као медени поток, а из очију су му непрестано текле сузе. Трудољубив као пчела Јефрем је непрестано или писао књиге, или усмено поучавао монахе у манастиру и народ у граду Едеси, или пак сам се предавао молитви и размишљању. Многобројне су његове књиге, прекрасне су његове молитве. Најпознатија му је она молитва уз Часни пост: Господи и Владико живота мојего: Кад су га хтели силом узети за епископа, он се направи луд и почне јурити кроз град Едесу вукући за собом хаљину своју. Видевши то људи, оставе га на миру. Био је савременик и пријатељ светог Василија Великог. Свети Јефрем је углавном апостол покајања. Његови списи и дан-данас мекшају многа срца отврдла од греха, и враћају их Христу. Упокојио се у дубокој старости 378. године.
2. Преподобни Исаак Сирин. Рођен у Ниниви, и у младости подвизавао се у манастиру Мар-Матејском, у близини Ниниве. Када се прочу због светости живота и многих чудеса, он би изабран за епископа нинивског и приморан да се прими тога чина. Но само после пет месеци он остави епископство и тајом се удаљи у пустињски манастир Раббан-Шабур. Саставио је много дела, од којих је до нас дошло око стотину беседа о духовном животу и подвижништву, писаних углавном по сопственим доживљајима. Несравњив као психолог и руководитељ у духовном животу. Чак и такви светитељи, као што је био свети Симеон Дивногорац, тражили су од њега савет. Упокојио се у дубокој старости концем VII века.
(Пролог Охридски)