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Acerca de la estrella de Belén



“Una estrella saldrá de Jacob;

Un cetro se levantará de Israel” (Números 24:17)


“Pero tú, Belén Efrata,

aunque eres pequeña entre las familias de Judá,

de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel” (Miqueas 5:2)


En estos días en que nos maravillamos con el hermoso espectáculo de la conjunción de los planetas Júpiter y Saturno, tomó relevancia la interpretación de que la estrella de Belén fue esta unión de planetas. Tal idea manifestó el astrónomo alemán Johannes Kepler en 1604, al relacionarla con la convergencia de Marte, Saturno y Júpiter.

Veamos lo que dicen los Santos Padres de la Iglesia sobre esta estrella de Belén. Pero antes hagamos un repaso de lo que narra el Evangelio de San Mateo sobre este suceso (Mateo 2:1-11).

Al ver una estrella inusual en el cielo, los Sabios astrólogos persas, llamados Magos, se apresuraron a Jerusalén para inclinarse ante el nuevo rey de Judea (a los Magos se los llama así por la expresión griega “Magoi” utilizada en aquel tiempo para llamar a expertos en astrología; también se los llama Sabios, porque eran estudiosos, conocedores de la sabiduría de Oriente). Según Mateo, los Magos observaron la estrella dos veces. La vieron por primera vez “en el oriente” (cf. Mt 2, 1-2) en Persia, y por segunda vez a su llegada a Belén. La estrella los dirigió directamente a la cueva donde nació Jesús, “vino y se detuvo” sobre el lugar donde estaban el Niño Cristo y María (cf. Mt. 2: 9-11). Según este Evangelio, la estrella desapareció de la vista de los Magos en algún momento del viaje y volvió a aparecer en Jerusalén, algo extraño a una estrella normal. También del Evangelio de San Mateo se ve que la estrella los guió desde Oriente hasta Jerusalén y luego desde Jerusalén hasta Belén, lo cual no es un trayecto recto. Es decir que hizo un giro brusco, algo que tampoco es propio de una estrella normal. Además, cuando los Magos llegan a Belén, la estrella está lo suficientemente baja en el cielo para marcarles la cueva donde nació Cristo, lo cual tampoco es un movimiento natural de una estrella común. Hay algo más: la estrella cuando era vista por los Magos, no era vista por el resto de la población en Jerusalén, nadie la notó.

Ahora sí, escuchemos lo que los Santos Padres dicen acerca de la estrella de Belén.

San Juan Crisóstomo (siglo IV) consideró a la estrella como uno de los muchos milagros que ocurrieron en el Nacimiento del Salvador: “¿Cómo haría la estrella para indicar un lugar tan estrecho del pesebre y la cueva, si no fuera descendiendo de las alturas, y deteniéndose sobre la cabeza misma del Niño?”. En otro lugar, San Juan Crisóstomo hace referencia a que lo que guió a los Magos fue la estrella y también la Gracia de Dios iluminadora: “¿Qué impulsó a los Magos y los hizo salir de casa y decidirse por un viaje tan largo? La estrella y la iluminación divina de sus pensamientos, elevándolos poco a poco al conocimiento más perfecto". San Juan Crisóstomo también sostiene que la estrella de Belén bien podría haber sido un Ángel de Dios, enviado para esta misión; o bien un objeto material dirigido por un Ángel.

El Bienaventurado Teofilacto de Bulgaria (siglo XI) dice sobre la estrella: “Cuando oigas hablar de una estrella, no pienses que era una de las visibles para nosotros: no, era un poder divino y angelical que apareció en forma de estrella. Como los Magos se dedicaban a la ciencia de las estrellas, entonces el Señor los trajo con esta señal familiar para ellos, así como Pedro el pescador, asombrado por la multitud de peces, fue atraído por ellos hacia Cristo. Y que la estrella era un poder angelical, es evidente por el hecho de que brillaba intensamente durante el día, se movía cuando los Magos caminaban, brillaba cuando no caminaban; sobre todo porque iba del norte, donde Persia, al sur, donde Jerusalén: pero las estrellas nunca van del norte al sur".

San Basilio el Grande (siglo IV) en su "Sermón para la Natividad de Cristo" dice: "Ninguna de las estrellas ya existentes hubiera podido anunciar esta Navidad real. Ésta era una estrella inusual. De hecho, esas [estrellas] que fueron creadas originalmente están completamente inmóviles o se mueven incesantemente. Sin embargo ésta que apareció, parecía tener ambas características al mismo tiempo. (…) No se puede estar de acuerdo con quienes, con excesiva curiosidad, investigan las circunstancias de la Navidad y argumentan que esta estrella era como los cometas, que, como generalmente se cree, aparecen en el cielo sólo para indicar el cambio de reyes. Porque ellos están en su mayor parte inmóviles, representando como un encendido encerrado en un lugar determinado". Pero esta estrella desapareció de la vista en Jerusalén, y en el camino a Belén se iluminó de nuevo: “obedeció [las órdenes] a alguien, sirvió a alguien y apareció por causa de alguien”, dice San Basilio el Grande.

San Efrén el Sirio (siglo IV) compara esta estrella con el Salvador: “La estrella, bajo cuya guía los Magos recorrieron el camino, era, por supuesto, visible para ellos, pero su cuerpo estaba escondido (porque la estrella no fue notada por los habitantes de Jerusalén, N. del T.): en esta capacidad ella era semejante a Cristo, Cuya luz brillaba, por supuesto, para todas las personas, pero los caminos que Él andaba no para todos estaban visibles".

El Santo Obispo Nikolaj Velimirovich dice: “Los Santos Padres piensan, en su sabiduría, que esta estrella guía, que llevó a los astrólogos desde el Oriente hasta Belén, no era una estrella como otras, sino que era un poder espiritual en forma de estrella. Si el Señor pudo aparecer a Moisés el pastor como una zarza ardiente, y a Abraham como tres jóvenes, y al profeta Elías como un torbellino y una voz, ¿por qué el Señor, o Su ángel, no podría aparecer a los astrólogos como una estrella? En Su misericordia, Él desciende a los hombres y se les aparece en la forma en que los hombres más lo esperan. A los astrólogos, que lo habían buscado entre las estrellas, se les apareció como una estrella. Pero no le agradó aparecer a los israelitas como una estrella, porque nunca ellos Lo habían buscado en las estrellas. Y por tanto, la estrella, que había brillado ante los astrólogos durante su viaje por las tierras orientales, desapareció sobre Jerusalén. Dios se había revelado a Jerusalén de otra manera, y no era necesario aparecer en forma de estrella”. (HOMILIAS, del Santo Obispo Nikolai Velimirovich, +1956).


Para concluir, alabamos a Dios Creador del Cielo y de la Tierra, y de las estrellas, que con sabiduría creó todas las cosas y las dispuso para la vida y la salvación del hombre. Y Le cantamos con las palabras de San Juan Damasceno que ya en el siglo VIII escribía cómo Dios, en Su Omnipotencia, había colgado la Tierra y los planetas sin ningún apoyo, en la gravedad:

“Tú que has establecido la Tierra sobre la nada por Tu mandato, y la has colgado, pesada, sin apoyo, afirma Tu Iglesia sobre la piedra inmóvil de Tus mandamientos ¡Único Bueno y Amante de la humanidad!”

(Hirmós, canto 3, matutinos dominicales del Tono 5 del Octoecos)


Presbítero Esteban Jovanovich





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