EN EL ESPÍRITU SANTO
Como ayer durante el día del santo Pentecostés resplandeció, brilló la Jaris (luz, energía increada Gracia) de la Santa Trinidad, donde los santos Discípulos y Apóstoles han recibido iluminación de Teognosía (conocimiento de Dios) y recibieron la Jaris para hacerse predicadores del Misterio de la Santa Trinidad, hoy en la Iglesia se nos da la posibilidad de ofrecer especialmente nuestro culto y veneración a la Tercera Persona-Hipóstasis de la Santa Trinidad, el Santísimo Espíritu, equivalente y omodoxo-misma gloria y mismo honor con el Padre y el Hijo. Y a la vez recordarnos de todas sus cosas admirables que el Espíritu Santo ha realizado y realiza en la Iglesia, y así llenarse nuestra psique-alma con gratitud hacia Dios, la Santa Trinidad, y también especialmente hoy la Tercera Persona, el Santísimo Espíritu.
Éste Espíritu Santo era el que “estaba sobre el agua” (Gén 1,2), antes que fueran formados el mundo y la tierra, según la narración conocida por el Génesis, y formó el mundo. Este Santísimo Espíritu infunde, desciende a los santos Profetas del Antiguo Testamento y les otorgaba el don de la profecía: “porque nunca hasta ahora la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios profetizaron siendo conducidos e inspirados por el Espíritu Santo” (2Ped 1,21). Éste Espíritu Santo descendía en nuestra Señora Theotokos el día del Evangelismós-Anunciación y ha sido encarnado el Hijo y Logos de Dios: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35). Todos los acontecimientos de la vida de Cristo se hicieron en Espíritu Santo. Os acordáis las conocidas narraciones del Nuevo Testamento que “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lc 2,52) y “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (Mt 4,1) y en general en Espíritu Santo se manifestaba el Jesús Cristo como Hijo y Logos de Dios. Y el día del Pentecostés se ha dado la Jaris del Espíritu Santo especialmente permaneciendo en la Iglesia por los siglos y conducir la Iglesia “a toda la verdad” (Jn 16,13).
El Señor había dicho que mandará el Espíritu Santo, “he aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros” (Lc 24,49), lo había prometido, para continuar Su obra, y la obra del Espíritu Santo es revelar y manifestar a Cristo. El Cristo envía el Espíritu Santo y el Espíritu Santo revela a Jesús, el Θεάνθρωπο Zeánzropo Dios-Hombre, y compone la Iglesia, es decir, esto que se hace en cada Divina Liturgia en la que invocamos la Jaris Espíritu Santo. Sin la invocación, imploración del Espíritu Santo no se celebra la divina Liturgia y no se santifican los Misterios. Sino que imploramos la Jaris del Espíritu Santo para que venga el Cristo, para hacerse el pan y la sangre de Cristo. Y nosotros por la κοινωνία kinonía comunión, comulgación del Cuerpo y Sangre de Cristo comulgamos con Cristo, porque Su Cuerpo y Su Sangre es Espiritual, es decir, en plenitud del Espíritu Santo, y de nuevo tomamos el Espíritu Santo y nos convertimos y hacemos nosotros también seres humanos espirituales.
Por tanto, vemos en las dos Personas de la Santa Trinidad, que uno manifiesta y revela-apocalipta al otro y esto muestra la humildad –de una manera- de las dos Personas-Hipostasis de la Santa Trinidad.
Y estas dos Hipostasis-Personas de la Santa Trinidad nos llaman también a nosotros a participar en esta bendita κοινωνία kinonía del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Viene el Espíritu Santo y trae a Cristo entre nosotros y todos nosotros por la Jaris del Espíritu Santo nos unimos alrededor de Cristo y con Cristo constituimos el Cuerpo de la Iglesia. No podría existir Iglesia, si el Cristo no se hubiera encarnado y no descendiera el Paráclitos. Si Cristo no se encarnase y si el Espíritu Santo no nos hubiese reunido alrededor de Cristo y no nos diese a Cristo, no podríamos hacernos uno con Cristo y uno entre nosotros; Cuerpo de Cristo e Iglesia del Dios viviente. Así también nosotros por la Jaris de Dios unidos con Cristo dentro en la Iglesia y comulgando el cuerpo espiritual de Cristo, comulgamos y nos unimos también con el Espíritu Santo y nos hacemos también partícipes de la vida eterna y de la Jaris y donación del Santísimo Espíritu.
Por tanto, el Espíritu Santo tiene doble misión.
Primero reúne y forma la institución de la Iglesia. Para que sea formada la Iglesia siempre tiene que hacerse la imploración o invocación del Espíritu Santo. Sin la Jaris del Espíritu Santo no se forma la Iglesia, somos la suma de hombres como somos Cuerpo de Cristo. Cuando donde se hace la epíclesis o imploración de la Jaris del Espíritu Santo por los Obispos y sacerdotes canónicos allí se forma la Iglesia. “El Espíritu Santo reúne y forma toda la institución de la Iglesia”. Todas las instituciones de la Iglesia son resultado de la donación del Espíritu Santo, también el Sacerdocio y los Misterios.
Y lo segundo, a los que están dentro de la Iglesia unidos con la Jaris del Espíritu Santo, el mismo Espíritu Santo los ayuda también a santificarse personalmente. No sólo estar unidos a la Iglesia, al Cuerpo de Cristo, sino también cada uno personalmente sea santificado y gratificado por la Jaris. Para esto hablan también los Teólogos de nuestra Iglesia, de que el día del Pentecostés el Espíritu Santo no sólo ha unido los Apóstoles y los hizo uno, Iglesia, sino que Su Jaris se dio por separado a cada uno de ellos “en forma o tipo de lengua candente”. Es decir, se dio en cada uno una lengua particular, que significa que el Espíritu Santo ayuda a cada cristiano a realizar de la mejor manera posible su personalidad, el sí mismo, y hacerse esto que el Dios quiere en Su Iglesia.
Por eso nosotros también anhelamos tener la Jaris del Santísimo Espíritu. Esto ya el profeta David lo sentía y suplicaba: “no dejes que se marche de mí Tu Espíritu el Santo” (59,13). Y no sólo con esta sino también con otras imploraciones del Espíritu Santo que ha escrito el profeta David. Y los Santos de Dios todos buscaban, pedían y sentían esta Jaris, tenían este anhelo, colmarse de Jaris del Espíritu Santo, de modo que venga en sus interiores el Espíritu Santo a hacer catarsis, sanarlos, iluminarlos y santificarlos. Es este resplandecimiento que viene del Principio Divino, que hoy dicen los troparios que venga en sus interiores. Y este resplandecimiento viene en el interior, entonces se hace otra vez esto que dice el tropario: “a los que han recibido el soplo la jaris divina, están alumbrados, refulgentes y con una alteración desconocida, paradójica y decorosa”.
Por eso la Iglesia de nuevo con anhelo y nostalgia clama hacia al Señor: “Rey de los Cielos, Paráclito, el Espíritu de la verdad, santificado sea tu nombre, venga en nosotros Tu Realeza”. Tal y como interpretan los Padres de la Iglesia “venga Tu Realeza”, pues, venga la Jaris del Espíritu Santo, porque la Realeza de Dios es el Espíritu Santo, es la Jaris increada del Paráclitos, (San Gregorio Palamás EPE tomo 10, pag. 358, y san Máximo el Confesor: “Padre nuestro” en la Filocalía t,2). Y la Iglesia con este clamor se dirige siempre hacia Dios: que venga la Jaris del Espíritu Santo para que no nos quedemos sin Él. Porque si Dios se lleva de nosotros el Espíritu Santo, tal como dice el Profeta, nos convertiremos en carnes, (Gen 6,3). Como los hombres se hicieron carnes, -es decir, carnales- se llevó Dios de ellos Su Espíritu, el Espíritu bondadoso, vivificador e iluminador.
Y nosotros con dolor vemos que nuestra época es una época carnal, porque los hombres no piden el Espíritu Santo. Por eso Dios se ha llevado Su Espíritu Santo de los hombres de nuestra época. Y nosotros en este mundo carnal vivimos y estamos influenciados por el espíritu carnal y este espíritu nos arrastra hacia la tierra, hacia abajo. Pero nuestro anhelo debe ser, cómo este hombre carnal, que lo somos todos, será colmado de la Jaris del Espíritu Santo y cómo nos haremos hombres espirituales y estaremos plenos del Espíritu Santo.
Humildemente, pues, hoy veneramos el Espíritu Santo, el Paráclitos y Bondadoso, y Le suplicamos que no nos deje desiertos en este mundo, sino que nos colme con Su Jaris increada, para que nos convirtamos también nosotros hombres espirituales y vivamos las agapi de Dios y tenerla viva siempre en nuestros corazones!!! Amín.
† Yérontas Gheorghios Kapsanis, Kazigúmenos Coguía del Monasterio Grigoriu de Athos (1935-2014, durmió en Señor el día del Pentecostés 2014)
Cfr. http://www.logosortodoxo.com/teologia-ortodoxa/homilias-de-los-domingos-del-pentecostario-de-1981-1991-homilia-23/