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Segundo Domingo de la Gran Cuaresma ' Domingo de San Gregorio Palamás


La Santa Iglesia Ortodoxa recuerda en el Segundo Domingo de la Gran Cuaresma a San Gregorio Palamas. El término “Palamás” etimológicamente significa “vigilante”. San Gregorio vivió en los fines del Imperio Romano de Oriente. Era estudiante cuando a los 20 años decidió irse a Monte Athos. Allí buscó tener la paz del corazón. Y en nuestra Iglesia tenemos una forma de orar muy simple pero eficaz: consiste en invocar el nombre de Jesús: “Señor Jesús, ten piedad de mi, pecador”. La paz que buscaba se vio turbada por un filósofo calabrés que se opuso a esta forma de oración. Gregorio supo mantenerse en su sitio y defendió con elegancia y con fina inteligencia a los monjes de Athos. Su experiencia espiritual se fundamenta en una teología que distingue en Dios la parte inaccesible (la esencia) y la parte participativa (las energías). A todo esto le siguieron controversias por muchos sitios y ambientes cristianos. Pero, después de muchos años de controversias y de luchas, la doctrina de Gregorio la adoptó oficialmente la iglesia Ortodoxa. Barlaam exageró en venerar a los filósofos al grado de considerarlos iguales a los apóstoles; él identificaba la sabiduría divina con la mundana; para él, ambos, tienen el mismo objetivo, esto es, encontrar la verdad, ya que mientras la verdad fue otorgada a los apóstoles por la revelación, a nosotros se nos da por el estudio y la investigación. San Gregorio Palamás rechazó rotundamente esta identificación entre las dos sabidurías apoyándose en las palabras de san Pablo: “Como el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios en su divina Sabiduría, quiso Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación” (I Cor 1:21). La esencia de Dios es incomprensible a los hombres, sea en esta vida o en la venidera, mientras sí, es alcanzable a nuestro ser el conocimiento de Dios por la Gracia. Barlaam decía que la iluminación que se llevó a cabo en el monte Tabor, durante la Transfiguración del Salvador, y todas las demás iluminaciones efectuadas en este mundo y perceptibles a nuestros sentidos, son luces creadas o ilusiones, mientras que el conocimiento supera los sentidos. Palamás le contestó: “La divina Luz es increada y eterna, y nosotros los hombres, tal como somos en nuestra limitación, hemos sido dignos de participar en esta Luz por la divina Gracia”. La oración, según Barlaam, es una práctica ajena al cuerpo, y pertenece únicamente al alma; así que la óptima oración es efectuada cuando la mente abandona el cuerpo. Mientras la ortodoxa visión, la de Palamás, defendía el cuerpo como morada de la divina Luz: “No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo” (1 Cor 7: 19). Lo que buscan los cristianos no es librarse del cuerpo sino de “las obras de la carne”.


La Iglesia conserva la memoria de san Gregorio Palamás en el segundo domingo de la cuaresma, enfatizando que la vida virtuosa, la oración sencilla, la humilde postración y la purificación de los sentidos, son la puerta que abrimos para que la Gracia de Dios ilumine nuestra noche racional. Debido a sus dotes intelectuales, a su santidad y a su estilo de vida evangélica, lo nombraron obispo de Tesalónica. Desarrolló una gran labor apostólica en su diócesis, en la que ya había estado san Pablo predicando al Cristo resucitado. Su espiritualidad tiene plena actualidad entre nosotros. San Gregorio murió santamente en el año 1360.

(Fuente: www.acoantioquena.com)


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