Epístola Pascual de S. E. R. Metropolita Amfilohije
Epístola Pascual de
S. E. METROPOLITA AMFILOHIJE
PASCUA 2016
¡Cristo resucitó!
¡En verdad resucitó!
La palabra del Señor, eternos hermanos, es: "De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto" (Juan 12, 24).
¿Para qué el sembrador arroja el trigo sobre la tierra? ¿Acaso para que el mismo muera y se pudra? No, sino que para que resucite y viva, y dé una cosecha abundante. ¡Y en esto, qué maravillosa señal! En el misterio de un pequeño grano de trigo está oculto, y por él mismo es revelado, el misterio de todo el universo, de la creación de Dios en conjunto. Dios con su mano divina desde el principio ha sembrado, como granos de trigo, todos los conocimientos y los no-conocimientos, todo el mundo visible y el invisible. Él con su fuerza creativa inscribió en el Cosmos la ley de la aparición y de la existencia, la ley del nacimiento y de la muerte, de la resurrección y de la promoción de toda la creación hacia lo mejor y más perfecto. Moisés el que vio a Dios, claramente revela este misterio en su libro del Génesis. Él describe vívidamente: Lo que Dios creó en el principio, era "desordenado y vacío, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo" (Gén 1:2). Sin embargo, por la fuerza del Espíritu de Dios que se movía sobre este abismo infinito y caos, la creación de Dios gradualmente se fue formando, colmándose con la fuerza de la vida, con sus leyes y belleza, creciendo desde su sencillez hacia su perfección. La simple existencia aspiraba hacia una mejor existencia, con más vida, pues la tierra "producía de sí misma hierba verde, hierba que daba semilla; árbol de fruto que daba fruto según su género, y que su semilla estaba en él, sobre la tierra" (Gén 1:11). Por la luz incorporada en las profundidades de todo lo creado, y por la palabra de Dios, la creación continuó creciendo, "producían las aguas seres vivientes, y aves volaban sobre la expansión de la tierra; bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie”, por bendición de Dios nacían, se multiplicaban y llenaban la tierra.
La plenitud de esta “aspiración hacia lo mejor” de lo creado, fue la creación del hombre: "a imagen de Dios Lo creó; varón y hembra los creó" (Gén. 1:27). El hombre es un ser creado en el cruce de los mundos: en sí mismo lleva, evidentemente, la imagen de la creación en general, pero es además algo más: La imagen y la semejanza son de Dios mismo. Como dice el Clarividente de Lovchen: "Yo espero algo tuyo para que brille en mi alma". Lo que se le manifestó y vio el mismo San Pedro II el Clarividente de Lovchen, fue el ¡"germen de la resurrección"!, del cual la creación entera está dotada desde el principio. Esto significa que Dios no creó al mundo para su propia muerte y transitoriedad, sino para la eternidad, para la vida eterna, para la eterna "vida en lo bueno". Este "germen de la resurrección", esta semilla que fue sembrada por la Fuerza Divina en las profundidades de la creación, murió y se disgregó, y sin embargo el género continuó dando a luz hasta el día de hoy. Así fue través de todos los tiempos desde el principio del mundo y continúa siendo. Mas cuando vino el cumplimiento del tiempo “Dios envió a su Hijo Unigénito, para que todo el que en Él crea no muera sino que tenga vida eterna” (Juan 3:15), para que sea la Plenitud del crecimiento y generación de aquel “germen”.
Sólo entonces, cuando Aquél que sembró el "germen de la resurrección" se convirtió en Hombre nacido del Espíritu Santo y de la Santísima Virgen, Él, la Palabra Eterna de Dios a través de la cual "fueron hechas todas las cosas", el Unigénito Hijo de Dios en el cual "estaba la vida, y la vida era la luz a los hombres", cuando fue crucificado, padeció y fue sepultado, con su muerte destruyó la muerte y a todo ha dado la vida eterna. En Él y en Su "sacrificio por la vida del mundo", se reveló la Plenitud del amor divino. La muerte, la cual desde el principio degluta hoy “aquello que ayer labró” (Njegoš), se enfrentó con Él como la Vida Eterna y fue derrotada una vez para siempre. El "germen de la resurrección" dio en fruto a Él, como la resurrección y la vida eterna. Así se realizó el pleno y eterno sentido de la creación en general, y en especial del hombre, hecho a Imagen de Aquel que lo creó - Cristo Resucitado, perfecto Dios y perfecto Hombre: Dios-Hombre.
Por lo tanto, la celebración de la Pascua no es simplemente una costumbre, sino que es la observancia y la celebración de la realización del sentido de eternidad del hombre y de todo lo existente. La Luz de Cristo que ilumina a todos y a todo, como cantamos en estos santos días pascuales, llama a todos nosotros en especial e incesantemente llama a aquellos “enloquecidos en sus propios razonamientos”, aquellos “que cambiaron la gloria del inmortal Dios por la semejanza del mortal hombre”, “que cambiaron la verdad de Dios por mentiras”, y que consideraron mejor y sirvieron a la creación antes que al Creador” (Rom. 1:22, 23, 25), a todos ellos esta Luz de Cristo llama a que, habiendo visto la Resurrección de Cristo, nos inclinémonos ante Él como el Único y Recto Camino, Verdad y Vida, en la esperanza de la resurrección general de los muertos y de la vida eterna del hombre y de la creación toda.
Saludémonos una vez más e infinitas veces con plena alegría: ¡Cristo Resucitó! ¡El dolor y la muerte son quitados! ¡La alegría y la vida eterna nos son traídas!
+Amfilohije
Arzobispo de Cetinje, Metropolita de Montenegro y el Litoral, Administrador de la Diócesis de Buenos Aires, Sudamérica y Centroamérica, Iglesia Ortodoxa del Patriarcado Serbio